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Arrepentimiento, la Palanca que Abre de Par en Par las Puertas de Misericordia

  • Foto del escritor:  Lourdes Pinto
    Lourdes Pinto
  • hace 5 días
  • 12 Min. de lectura

Actualizado: hace 2 horas

Jesús, por medio del Camino Sencillo, nos conduce, a través de distintas etapas, dentro de nuestro corazón para descubrir todo lo que es una distorsión de la imagen de Dios en nosotros. Este autodescubrimiento es la base del arrepentimiento y la humildad verdaderos. Las pocas almas que aprenden a vivir «envueltas en el don del autoconocimiento» y en un estado continuo de arrepentimiento se convierten en agentes de la misericordia de Dios.


Arrepentimiento, la Palanca que Abre de Par en Par las Puertas de Misericordia

30/10/25

 

Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera (Lucas13, 3-5)

 

El primer y más importante llamado de Dios a Su pueblo a lo largo de todas las Escrituras es el arrepentimiento. ¿Por qué es tan necesario el arrepentimiento? Porque sin arrepentimiento, no hay cambio en nosotros. Dios desea corazones contritos (Salmos 51,17; Daniel 3, 39). Esto también es lo que mi esposo y yo queremos ver en nuestros hijos y nietos. Recuerdo que cuando mis hijos eran más pequeños y hacían algo malo, si lloraban con lágrimas de arrepentimiento por su pecado, tanto Pedro como yo sentíamos inmediatamente compasión y alivio, porque el arrepentimiento provocaba un cambio en el corazón de nuestros hijos. Pero cuando se mantenían rebeldes, obstinados y justificaban su comportamiento pecaminoso, como padres, nos sentíamos muy preocupados porque su falta de arrepentimiento mantenía sus corazones ofuscados y endurecidos. Jesús, a lo largo de los Evangelios, revela el corazón de nuestro Padre, que se regocija cuando nos arrepentimos y que sufre un intenso dolor cuando justificamos nuestra pecaminosidad u ocultamos nuestros desórdenes. Como padres, cuando nuestros hijos se arrepienten sinceramente, debemos aún así infligirles un castigo justo, pero la misericordia fluye de nuestros corazones. Jesús dijo el 19 de mayo del 2011:

El arrepentimiento del corazón es la palanca que abre de par en par las puertas del dique de Mi misericordia.


El Camino Sencillo de Unión con Dios comienza al pie de la cruz, buscando el oro del precioso arrepentimiento. Sin arrepentimiento, estamos atrapados en el abismo de nuestra oscuridad; sin arrepentimiento, nuestros corazones permanecen endurecidos; sin arrepentimiento, no podemos llegar a conocer a Cristo y tener una relación íntima con Él; sin arrepentimiento, no podemos ascender por la escalera al cielo, a la unión con Dios. Permanecemos atrapados en la oscuridad de nuestro quebranto y pecaminosidad. Por lo tanto, lo primero que Jesús nos enseñó fue cómo buscar un arrepentimiento profundo y sincero. Nos dijo que viniéramos todos los días en oración a los pies de la Cruz y besáramos Sus pies y pidiéramos el don del Espíritu Santo del autoconocimiento, porque si no vemos o conocemos nuestras heridas y todos los desórdenes, mentiras y patrones de pecado que infectan nuestras heridas internas, no nos arrepentiremos. El oro del precioso arrepentimiento solo puede recibirse mediante el don del autoconocimiento. Por lo tanto, debemos suplicar que se nos conceda este don, pidiendo y buscando con todo nuestro corazón, y lo recibiremos. Aquí reside el sólido fundamento de la humildad.


Ojos no han visto, ni oídos han escuchado lo que vuestro Dios os tiene preparado en el cielo. Os invito a que vengáis y lo veáis. Quitaré el velo que cubre los ojos de vuestras almas para que podáis ver lo que pocos son capaces de ver. Veréis a la nueva Jerusalén en toda su gloria. Ella, más preciosa que el oro o los diamantes, será vuestra para que la poseáis. Permitidme quitar la viga de vuestros ojos que os impide contemplar la gloria de Dios ante vosotros.

Ven, hija Mía, y lleva a muchos al pie de la Cruz. Postraos ante el pie de Mi Cruz y besad tierra santa. Levantaos y abrazad Mis preciosos pies y besad Mis pies heridos. Es aquí, a través de este gesto de humildad y amor, que la viga del orgullo y del amor propio deja de cegar vuestra vista. Tocad Mis pies, bendecid Mis pies con vuestros besos y limpiadlos con vuestras lágrimas. El Espíritu Santo atrajo a María Magdalena a este acto de amor en preparación para Mi crucifixión, y es Mi Madre quien completó este acto de amor y reparación en Mi crucifixión. Es aquí, a Mis preciosos pies, donde recibís el oro del precioso arrepentimiento. Deseo que traigas a Mis hijos al pie de Mi Cruz. 16/11/10


Fíjense en este mensaje de Jesús, en el que dice: Permitidme quitar la viga de vuestros ojos. Esto revela que Dios respeta nuestra libertad de elección. Depende de nosotros permitir que Dios nos purifique o resistirnos a esta obra de nuestra redención.

No basta con arrepentirse unas cuantas veces para sentirnos bien con nosotros mismos. Debemos «vivir envueltos en el don del autoconocimiento», por lo tanto, vivir en un estado continuo de arrepentimiento. Esto es posible perseverando al pie de la Cruz, porque entonces caen los velos que impiden que los ojos de nuestro corazón vean la gloria de Dios ante nosotros y la verdad de nuestra miseria. Así podremos vivir en un estado continuo de conocimiento de quién es Dios —la Misericordia— y quiénes somos nosotros —la miseria—.


La humildad se adquiere a través del conocimiento constante de vuestra miseria y de Mi misericordia y amor. El don del conocimiento lo recibís a Mis pies y debéis manteneros siempre envueltos en este don. 4/3/11


El alma que vive envuelta en el don del conocimiento crece en verdadera humildad y es entonces capaz de avanzar en Mi camino en las alas del Espíritu Santo. En ocasiones caerás y tendrás contratiempos, pero no te desanimes, pues estas caídas están destinadas a ayudarte a mantenerte envuelta en el don del conocimiento, el don de saber que no puedes hacer nada sin la gracia de Dios. 12/12/11


El Señor enfatizó en nuestros primeros años de formación como almas víctimas ocultas de Dios que nuestro crecimiento en humildad viene a través de recibir el don del autoconocimiento y el arrepentimiento. El 14 de noviembre del 2011, Él se dirigió a los hombres de nuestra comunidad, los Misioneros de la Cruz, animándoles a buscar el arrepentimiento de sus pecados con palabras de profundo amor y misericordia. Estas palabras se aplican a todos, hombres.


¿Veis las tinieblas que han consumido los corazones y las mentes de Mi pueblo, las tinieblas que están consumiendo Mi Santuario? ¿Ven vuestros ojos la luz de Dios que consumirá estas tinieblas, o también os habéis cegado por las tinieblas del mundo? Deseo sanaros de vuestra ceguera para que podáis ver al Hijo del Hombre en toda su gloria ante vosotros. Ver es creer. Ver es esperar. Ver es convertirse en la belleza de lo que se os revela, que es el AMOR. Es entonces cuando podéis convertiros en los hombres de Mi Reino guiando, protegiendo y bendiciendo a vuestras familias. Continuad buscando el arrepentimiento de vuestros muchos pecados a través de la luz y el poder del Espíritu Santo clamando con lágrimas y súplicas: “¡Abba, Padre sálvame!” Y nuestro Padre os bendecirá con la visión de los ángeles para que podáis contemplar la majestad, la grandeza y la bondad del Señor. Buscadme, hijos Míos, y me encontraréis, y los tesoros del Cielo os serán dados para bendecir y compartir con muchos. Id en paz y sabed que estoy con vosotros.


Hombres, ¿alguna vez han sentido un arrepentimiento tan profundo que se han presentado ante el Señor con lágrimas en los ojos? Si no es así, oren a diario por este don, ya que las lágrimas de arrepentimiento son un don del Espíritu que nos ayuda a ablandar nuestros corazones.


Espero con ABBA vuestras lágrimas de arrepentimiento como lo hizo Pedro. Vuestras lágrimas de arrepentimiento son el signo de la gracia del Espíritu Santo, viva y operante en vuestros corazones. Sigo esperando que cada alma se acerque a Mí al pie de Mi Cruz con el corazón abierto de par en par para recibir la efusión de Mi Espíritu que revela la verdad de quienes sois y de quien soy Yo. 5/4/23


¿Cómo es posible que uno viva en un estado continuo de arrepentimiento? En realidad, esto es fruto de vivir y de convertirse en el Camino Sencillo de Unión con Dios. Déjenme explicarles: cada parte del Camino nos lleva más profundamente a nuestro corazón para descubrir en quiénes nos hemos convertido y que no somos, en quiénes nos hemos convertido y que no es la imagen y semejanza de Dios. En la primera etapa del Camino, a los pies de Jesús, oramos pidiendo autoconocimiento, abriendo así nuestros corazones al Espíritu Santo y permitiéndole entrar y comenzar a revelarnos a nosotros mismos. Luego entramos en la etapa de recibir el autoconocimiento de nuestras heridas. Esto nos lleva a descubrir mucho de nuestro quebranto, de las tendencias desordenadas que provienen de estas heridas y de las mentiras según las cuales hemos vivido. Todo este autodescubrimiento va acompañado del arrepentimiento. Cuando entramos en el fuego del Sagrado Corazón y comenzamos la purificación a través de los tres clavos de la crucifixión, obtenemos un conocimiento más profundo de nuestros deseos, nuestras expectativas, nuestro control, nuestro amor propio, nuestro orgullo, nuestras manipulaciones, las sutiles intenciones de nuestro corazón y nuestras reacciones ante nuestras muchas emociones. Llegamos a ver nuestra hipocresía y nuestra duplicidad. Así, esta labor nos lleva a confesiones más profundas y a la humildad de pedir continuamente perdón a los demás.


Nuestro llamado al arrepentimiento se vive de dos maneras. Primero, como ya he dicho, al buscar el autoconocimiento y vivir en un estado continuo de arrepentimiento, vemos nuestro amor propio y nuestro orgullo encubiertos bajo muchos disfraces. Segundo, al sacar a la luz la oscuridad que hay en los corazones de los demás, especialmente de aquellos que el Señor nos ha dado.


La verdad te hará libre, y vivir en la mentira te mantendrá en la esclavizada. No se te ha pedido que formes hombres y mujeres buenos, sino víctimas puras de amor. Debes decir siempre la verdad de la oscuridad que Satanás quiere mantener oculta en los corazones de Mis hijos e hijas. 28/12/12


A través de los Evangelios, Jesús se enfrenta con frecuencia a los líderes religiosos de su época, en particular a los fariseos, cuestionando su hipocresía y legalismo. En Mateo 23, Jesús pronuncia una serie de «ayes» contra los fariseos, exponiendo su autojustificación y la falta de un entendimiento adecuado de la ley de Dios. Los acusa de ser «guías ciegos» y «sepulcros blanqueados» (Mateo 23, 24, 27), exponiendo la corrupción de sus corazones.


Jesús nos ha dado muchos mensajes referentes a la oscuridad en los corazones de nuestros sacerdotes y en nuestra Iglesia, y nos ha llamado a sacar a la luz lo que Satanás quiere mantener oculto.


Debéis sacar a la luz la oscuridad del pecado, escondida en los corazones de Mis sacerdotes. 23/3/11


Encontramos en la vida de Jesús que Él confrontó con la verdad, no solo el pecado de los fariseos y los escribas, sino también el de hombres y mujeres comunes. Por ejemplo, en la historia de la mujer sorprendida en adulterio (Juan 7, 53- 8,11), Jesús se enfrenta a una mujer acusada de pecado. Después de que sus acusadores se marchan, Él le dice: «Yo tampoco te condeno; vete y no peques más». Jesús siempre ofrece gracia y llama al arrepentimiento. En Juan 4, Jesús se encuentra con la mujer samaritana en el pozo. Él le revela su pasado de múltiples matrimonios y su relación actual, enfrentando directamente su pecado. Él le dice la verdad con delicadeza, ofreciéndole esperanza y redención.


Después de muchos años de ascender en el camino espiritual desde los pies de Jesús, pasando por su costado traspasado, hasta llegar al fuego purificador del Sagrado Corazón de Jesús, Él nos invitó a entrar y vivir en el claustro del Inmaculado Corazón de María para convertirnos en hostias vivas con ella, participando íntimamente en la vida Eucarística de Jesús. Ahora, como hostias vivas de Cristo, ustedes al igual que yo estamos pasando por otra intensa purificación, que nos llevará al amor perfecto. Jesús me dijo estas palabras retadoras el 14 de septiembre del 2025:


Pequeña Mía, sé que lo que estás a punto de hacer es muy difícil para ti, pero decir la verdad para la conversión y salvación de otra alma es amor. Esta es ahora la purificación que estoy llevando a cabo en ti, porque cuando digas la verdad sobre el mal que hay en los demás, serás perseguida violentamente. Esta noche derramaré Mi Espíritu sobre ti para que también puedas ser Mi luz, llevando la oscuridad de tantas almas a la luz. Esta es Mi Divina Misericordia derramándose sobre las almas a través de ti, Mi amada esposa, pero prepárate, pequeña Mía, porque Mi Misericordia no será recibida por la gran mayoría de las almas. Sin embargo, esto es lo que se les exige a Mis discípulos: decir la verdad por amor.


Jesús revela que debemos decir la verdad a los demás para su conversión y salvación. El amor puro deja de pensar en mí misma y en lo que los demás pensarán de mí, y solo se preocupa por la redención de las almas. Jesús comenzó a prepararme para esta nueva etapa de mi formación como su víctima de amor en el año 2012, cuando me dijo:


Debes permitir que caiga la barrera que te impide decir la verdad siendo Mi torrente vivo de gracia. La verdad te hará libre, y vivir en la mentira te mantendrá en la esclavizada. 28/12/12


Para mí, esa barrera era el miedo. Tengo miedo de ser malinterpretada, juzgada, rechazada, criticada y perseguida. Derribar esta barrera del miedo ha sido un largo proceso en el que primero he tenido que aprender a identificar mi miedo, procesarlo y luego elegir hacer lo más difícil: decir la verdad. He tenido que aprender a no decir nunca la verdad en un momento de ira o frustración, sino solo cuando he entrado en la paz de Cristo y sé que estoy hablando partiendo de un deseo puro por el bienestar del otro.


Jesús también revela en el mensaje del 14/9/25 que, como Sus hostias vivas, nos convertimos en Sus agentes de misericordia: Derramaré Mi Espíritu sobre vosotros para que también podáis ser Mi luz, llevando la luz a la oscuridad de tantas almas. Esta es Mi Divina Misericordia derramada sobre las almas por medio de vosotros. Al olvidarnos de nosotros mismos y decir la verdad a los demás con mucha delicadeza y amabilidad, y también con franqueza, es la misericordia de Dios la que desea entrar en los corazones de los demás y llamarlos a arrepentirse. Jesús establece una correlación entre la misericordia y nuestra apertura a recibir autoconocimiento.


Las palabras de Jesús que nos dicen que debemos decir la verdad no significan necesariamente que ahora deba ir a todos mis familiares y amigos y comenzar a hablarles de sus desórdenes. Decir la verdad debe ser impulsado por el Espíritu Santo. Por eso es esencial convertirse en hombres y mujeres de silencio y pasar largas horas en oración ante el Santísimo Sacramento para saber cuándo y cómo decir la verdad mediante la gracia del Espíritu. Nunca es algo que hacemos en un momento de acaloramiento, sino solo después del silencio del discernimiento mediante la oración. Por lo tanto, nunca es una reacción a nuestras emociones, sino más bien un acto de amor puro que solo desea la sanación, la conversión y la salvación de otra alma. Ser capaz de decir la verdad con valentía y celo, movidos por Dios, como Sus agentes de misericordia, brota de corazones que se han vuelto humildes, que conocen su miseria y viven en un estado de arrepentimiento. Estas almas humildes han perseverado a lo largo de años de intensas y difíciles purificaciones a través del Camino Sencillo y, por lo tanto, pueden decir la verdad, no desde la autosuficiencia, sino más bien, desde el amor divino.


Jesús también es muy directo, diciéndonos a ti y a mí que, como agentes de la Divina Misericordia, al decir la verdad sobre la oscuridad que hay en los demás, también seremos odiados y «perseguidos violentamente», tal y como lo fue Él.


Jesús sanó a una mujer lisiada en sábado (Lc 13, 10-17), y los líderes de la sinagoga se indignaron. Jesús les habló con la verdad, confrontándolos por su hipocresía. Les dijo:

 

«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar? 16Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?». (15-16)


Este es uno de los innumerables ejemplos del Evangelio en los que Jesús dice la verdad. Sin embargo, la mayoría de aquellos a quienes se dirigió no recibieron Su don; por consiguiente, se indignaron y enfurecieron, lo que provocó el odio en sus corazones y los llevó a crucificar a Jesús. De hecho, muy pocas personas recibieron el autoconocimiento de Jesús. ¿Cómo podemos pensar que será diferente para nosotros? No lo será, y Jesús también nos lo ha estado diciendo desde hace años. Pero prepárate, pequeña Mía, porque Mi Misericordia no será recibida por la gran mayoría de las almas. Cuando elegimos decir la verdad únicamente por amor a Dios y por la conversión y salvación de los demás, también nosotros seremos perseguidos, odiados, condenados, expulsados, incomprendidos y calumniados. No le caeremos bien a aquellos seres queridos que no quieran recibir el don que Dios les ofrece a través de nosotros.


Como almas víctimas puras de Dios, debemos aprender a vivir bien esos traspasos. Nuestra atención DEBE centrarse en los dolores de Jesús por Sus amados hijos. La escena de la vida de Jesús en la que curó a la mujer lisiada y los dirigentes de la sinagoga lo condenaron y hablaron mal de Él al pueblo traspasó el Sagrado Corazón de Jesús. La dureza de sus corazones, Él la recibió, y sufrió Su crucifixión interior por ellos. Él dijo la verdad, porque Él es Amor, y deseó con todo Su Corazón que se arrepintieran para que pudieran recibir la salvación por medio de Él. Sin embargo, ellos no respondieron. Jesús fue voluntariamente a Su pasión, sabiendo que ni siquiera este testimonio supremo del Amor Divino cambiaría sus corazones endurecidos. Él dijo:


Yo, Dios Encarnado, estaba en medio de ellos, pero estaban ciegos. Mi Corazón se entristeció al ver la condición de sus corazones, porque sabía que ni siquiera Mi crucifixión tocaría sus corazones. Hija Mía, muchos son llamados, pero son pocos los que responden. El acto de María Magdalena y de Pedro, en el que vienen a Mí con lágrimas de dolor, es necesario para traspasar la dureza del corazón humano sumido en el pecado. Hija Mía, Mi Corazón sigue afligido al ver tanta dureza de corazones dentro de Mi Iglesia. 14/1/11


Paso largas horas ante el Santísimo Sacramento meditando y entrando en el dolor de Dios, en Sus lágrimas, mientras Él continúa Su agonía de amor oculto en la Eucaristía. Y Él también sufre con nosotros, ya que sigue siendo rechazado cuando dice la verdad a los demás por medio de nosotros, Sus víctimas de amor, Sus hostias vivas. ¡El sufrir en el dolor de nuestro Amado ha de ser nuestro objetivo, lo que nos lleva a morir por Amor!

 

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