Corazones Tercos
- Lourdes Pinto
- 28 ago
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Actualizado: 29 ago
Esta enseñanza se basa en el pasaje bíblico: Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no os obstinéis más (Deuteronomio 10:16). Explica qué es la circuncisión del corazón, su importancia para nuestra transformación y cómo vivirla.
Corazones Tercos
Cenáculo 28/8/25
Circuncidad (pues) vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz (Deuteronomio 10, 16)
La obstinación traspasa el Corazón de Jesús con intenso dolor porque impide que nuestros corazones se transformen a imagen y semejanza de Dios. La obstinación es equivalente a la dureza. Obstinado, terco y rebelde son sinónimos; van de la mano. Una persona obstinada está atrincherada en su propia forma de ver las cosas, de percibirse a sí misma y a los demás, con su propio entendimiento, deseos, metas y expectativas. Una persona obstinada no cambia, y aquí es donde residen los dolores de Dios, porque Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que pudiéramos recibir la gracia de cambiar. Jesús gime ante la obstinación de estas almas y sufre profundamente por ellas con lágrimas y súplicas, porque la metamorfosis del hombre viejo al hombre nuevo no puede tener lugar.
A lo largo del Antiguo Testamento, Dios lamenta la obstinación de Israel. Su obstinación se asocia a menudo con su incapacidad para escuchar la voz de Dios y seguir Sus palabras y mandamientos.
Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara. (Jeremías 7, 24)
Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adorarlos, será como ese cinturón que ya no sirve para nada. (Jeremías 13, 10)
El lamento de Dios revela que la obstinación del pueblo radica en su negativa a recibir las palabras de Dios y a seguirlas. El Señor también nos ha estado hablando, a nosotros, Su granito de mostaza. ¿Estamos escuchando, meditando cada palabra que proviene del Corazón de Dios y obedeciendo lo que Él nos pide? Porque si no lo hemos hecho, también nosotros nos hemos vuelto obstinados, atrincherados en nuestra propia voluntad, al igual que los israelitas. Dios nos ha dado mucho, y por lo tanto, nuestra respuesta debe ser una obediencia perfecta, arraigada en el amor y rebosante de gratitud.
Circuncidad (pues -por lo tanto-) vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz. La palabra «pues, que significa: por lo tanto» es un adverbio conjuntivo. Su función es conectar dos cláusulas, indicando una consecuencia o resultado lógico. Este adverbio es clave para comprender la conexión entre la circuncisión del prepucio de nuestro corazón y el hecho de dejar de ser obstinados.
Antes de que Moisés pronunciara esta frase a Israel sobre la circuncisión de sus corazones, les dijo lo que Dios exigía de ellos:
Ahora Israel ¿qué te pide el Señor, tu Dios, sino que temas al Señor, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, y que le ames y que sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, observando los preceptos del Señor y los mandatos? (Deuteronomio 10, 12-13)
Moisés es consciente, gracias a su intimidad con Dios, de que el pueblo no puede vivir de acuerdo con los requisitos de Dios si sus corazones no están circuncidados. Los israelitas habían estado siguiendo a Moisés durante todo su viaje hacia la Tierra Prometida, presenciando «las terribles hazañas» (10, 21), pero seguían siendo obstinados y rebeldes. Moisés le dice al pueblo:
Porque yo conozco tu rebeldía y tu terquedad. Si hoy, que aún vivo con vosotros, sois rebeldes al Señor, ¡cuánto más lo seréis después de mi muerte! (Deuteronomio 31, 27).
¿No es esta la triste situación de tantas órdenes y comunidades religiosas? Cuando murieron sus fundadores, debido a que los miembros fundadores no eran suficientemente sólidos en la vivencia de su carisma, las órdenes sufrieron grandes trastornos.
Cada uno de ustedes es miembro fundador de la Comunidad de Amor Crucificado de Jesús y de Su misión; cada miembro que vive plenamente escuchando las palabras que Dios nos da y viviéndolas con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas protege y bendice el futuro de la misión de Dios, y cada alma que permanece obstinada, sin prestar atención a las palabras de Dios, debilita la comunidad. Por lo tanto, comunidad mía, tómense muy en serio esta reflexión.
Esta terquedad, obstinación y rebeldía contra los caminos de Dios continúan a lo largo de la historia de la salvación. Después de todo lo que el Señor hizo por Su pueblo, llevando a los israelitas a la Tierra Prometida, guiados por Josué, el pueblo se rebeló contra Dios y comenzó a adorar a otros dioses cuando Josué murió. Abandonaron al Señor y adoraron a Baal.
(Jueces 2, 11-19) Dios no ocupaba el centro de sus corazones; no era para ellos el Único y Todo. Su amor propio y su voluntad propia cubrían y penetraban sus corazones, impidiendo que Dios fuera su alabanza y su Dios (10, 21).
Esta terquedad continúa hasta el día de hoy. Sigue siendo el sufrimiento de nuestro buen Padre. Yo no soy diferente de los israelitas. Esta es la condición del corazón humano debido al pecado original. Este es el resultado de la concupiscencia, nuestra tendencia al pecado y las pasiones de la carne. En mi reciente retiro de silencio, el Señor trajo a la luz de mi conciencia mi propia rebeldía. Me dijo:
Mi fuego, el amor de la Santísima Trinidad, ha estado purificando tus sufrimientos contaminados por la autocompasión, la rebeldía y el egoísmo, para que puedas amar, con el tiempo, en la pureza del amor divino. 26/7/25
Me quedé atónita cuando el Señor me dijo estas palabras, porque no pensaba que yo fuese rebelde, egoísta o egocéntrica. Sin embargo, a medida que proseguía mi retiro, el Señor me reveló que mi terquedad estaba relacionada con mi Cruz. Mi rebeldía al no aceptar la Cruz que Dios había elegido específicamente para mí había endurecido mi corazón, impidiéndome percibir y comprender el Amor. Mi autocompasión había hecho que mantuviese la mirada fija en mí misma y alejada de mi Creador. Mi egoísmo al no aceptar mi sufrimiento prolongado como el mayor regalo que Dios me ha dado me ha impedido recibir la libertad de vivir por Él, con Él y en Él. Me ha impedido vivir con alegría, el don que viene del Espíritu Santo por medio de la humildad y la docilidad, al aceptar mi Cruz, siendo una con Cristo, y siendo liberada para amar siendo una con el Amor.
Por medio de las palabras que el Señor me dijo, Él nos está revelando a todos que nuestros sufrimientos están contaminados y necesitan pasar por un proceso de purificación. El segundo clavo de la crucifixión, que es el proceso de circuncisión de nuestros corazones, es la purificación de nuestras emociones, para que podamos vivir nuestras emociones integradas en Cristo, vividas únicamente para complacerlo a Él. Así, mis sufrimientos y los vuestros se convierten en el fuego del amor divino. La terquedad tiene su raíz en nuestra obstinación y nuestro amor propio, que es el prepucio adherido a nuestro corazón. El prepucio consiste en nuestras propias emociones egocéntricas, nuestros deseos, nuestras expectativas, nuestros planes y nuestros apegos, nuestro ego.
Jesús nos dijo el 20 de octubre del 2011:
No os volváis obstinados, sino perseverad en el amor sufriendo todo como UNO con Mi Sagrado Corazón traspasado y el Corazón Inmaculado traspasado.
“No os volváis obstinados”. El Señor nos recuerda que, aunque Le hayamos seguido por el estrecho camino de la Cruz como Sus víctimas de amor, siempre existe el peligro de que nuestros corazones se vuelvan obstinados.
Moisés le dice a Israel que se «adhiera» a Dios (Deuteronomio 10, 20; 30, 20). Esta sola palabra, «adherirse», es la clave para no volverse uno obstinado. La única manera de adherirnos a Cristo es estar «unidos (por el yugo)» a Él en la Cruz. Por eso Jesús dice que perseveremos en el amor sufriendo todo siendo uno con Él. En el momento en que dejamos de intentar llevar diariamente nuestra cruz unidos a Él y de mirarlo, nuestra mirada se vuelve hacia nosotros mismos, e inmediatamente el diablo viene a tentarnos por medio de las pasiones de la carne. Así, nuestros corazones se vuelven obstinados al elegir la vanagloria, la autocompasión y el amor propio.
Permanecer cada día adheridos a Cristo, sufriendo todo con Él, es una tarea difícil. Requiere mucho amor, disciplina y una continua negación de nosotros mismos. Requiere permitir que Dios circuncide el prepucio de nuestros corazones y vivir en un estado constante de arrepentimiento; decir continuamente a Dios y a los demás: «Lo siento, por favor, perdóname». Un corazón obstinado y terco se justifica a sí mismo y rara vez reconoce que está equivocado y, por consiguiente, rara vez se disculpa. El corazón terco rara vez recibe el don del autoconocimiento. Es muy fácil para nosotros leer la letanía de palabras fuertes de Jesús a los fariseos y escribas en el Evangelio de Mateo 23 y pensar que no se aplican a nosotros. Este es un ejemplo perfecto de terquedad. Solo cuando vemos nuestra propia hipocresía dejamos de ser hipócritas y obstinados.
La circuncisión de nuestros corazones la realiza Dios, no nosotros, ya que nos es imposible circuncidarnos a nosotros mismos. Moisés le dice al pueblo:
El Señor, tu Dios, circuncidará tu corazón y el de tus descendientes para que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, y así vivas. (Deuteronomio 30, 6)
Es imposible vivir el primer mandamiento sin permitir que Dios circuncide nuestros corazones. San Pablo enseña a los colosenses la importancia de la circuncisión espiritual:
En él habéis sido también circuncidados con una circuncisión no hecha por manos humanas mediante el despojo del cuerpo de carne, con la circuncisión de Cristo. (Col 2, 11)
Jesús también nos habló de la circuncisión de nuestros corazones como el proceso de recibir los clavos de la crucifixión. El 19 de diciembre del 2021 dijo:
La expansión de la tienda de tu corazón es un proceso doloroso porque requiere la muerte lenta de uno mismo. Debes estar dispuesta a morir a todo lo que no sea Mío. El Camino Sencillo de Unión con Dios es el camino de morir a uno mismo… El primer clavo fue un despojo, la circuncisión de tu corazón. Un despojo de tus apegos, expectativas, deseos, planes, metas…
Lo que debemos hacer es permitir que Dios realice esta obra en nuestros corazones. Esta es la obra de los tres clavos de la crucifixión en nuestro Camino Sencillo de Unión con Dios. El 6 de enero del 2014, Él nos enseñó acerca del primer clavo de la crucifixión. Él dijo:
Ya no haces lo que quieres ni vas adonde quieres ir, sino que ahora sólo vas adonde Yo te llevo. Eliges vivir cada día de acuerdo con lo que es más difícil, no con lo que es más fácil.
¿Qué es lo más difícil para mí al elegir vivir adherida a mi Amado, unida (por el yugo) a Él en su vida eucarística? Mantener los ojos de mi corazón continuamente fijos en Él y escuchar sus gemidos mientras vivo los retos diarios de mi vida. Se necesita silencio y una gran disciplina para mantener este enfoque interno del corazón. Por eso el Señor me dijo:
La purificación de tus deseos es la primera etapa de la purificación en Mi Sagrado Corazón. Comienzas a moverte sólo según Mi deseo y no el tuyo. Esto requiere un mayor silencio y quietud del alma en Mí. 16/1/14
Tengo que elevar mi corazón a Dios todos los días y orar: “Dios mío, circuncida mi corazón. Quita cada pedacito de amor propio y voluntad propia, disfrazados de tantas formas, que se aferran a mi corazón. Haz que mi corazón sea oro puro, tu cáliz sacerdotal lleno de tu preciosa Sangre, tu vida. Entonces podré amarte unida a María, con todo mi corazón y con toda mi alma. Entonces podré vivir mi vida diaria dándote toda la gloria y el honor. Entonces, y solo entonces, podré convertirme en la consoladora de mi Dios”.