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Foto del escritor Lourdes Pinto

La Virgen del Rayo: De la Devastación a Nueva Vida.

Los eventos en torno a la Virgen del Rayo en México, siglo XIX, ilustran el mensaje del Señor a nuestra comunidad. "No tengáis miedo de lo que ha de suceder, sino alegraos siempre porque Yo estoy haciendo nuevas todas las cosas. De esta gran devastación vendrá nueva vida".

La Virgen del Rayo


Mensaje a nuestra comunidad del 27/8/24

Las Lamentaciones Serán como un Rayo

Estoy haciendo nuevas todas las cosas mediante la Sangre del Cordero. Permaneced en Mi paz, porque se acerca la hora en que las lamentaciones serán como un Rayo. Pero tú, pequeña Mía, y los pocos que han escuchado Mi voz preparándoos y guiándoos, estaréis en Mi paz. No tengáis miedo de lo que ha de suceder, sino alegraos siempre porque Yo estoy haciendo nuevas todas las cosas. De esta gran devastación vendrá nueva vida: la nueva primavera para la Cristiandad, una nueva humanidad revestida de pureza, una nueva tierra, viva en alabanza a Dios. Preparaos, tú y Mis pocos seguidores de estos tiempos finales,en silencio y oración continua, contemplando al Dios que os ama y está con vosotros para guiaros y fortaleceros. Permaneced con la mirada fija en Mí, y Yo seré vuestro guía durante este tiempo de peligro que ha de venir.

 

Le pregunté a Jesús sobre lo que desea de mí para el retiro de los MC. Me dijo:

Tan sólo permanece con tu mirada en Mí, y os prometo la paz en medio de grandes sufrimientos.

 

Después de recibir este mensaje del Señor, hice una búsqueda de la palabra «rayo» y descubrí a la Virgen del Rayo. Esto fue una GRAN CONFIRMACIÓN a las palabras del Señor porque la historia (ver enlace arriba) de lo que le sucedió a la estatua de nuestra Santísima Madre en el convento de Guadalajara hace siglos revela ¡cómo Dios está haciendo nuevas todas las cosas!


 

El Milagro de Nuestra Señora del Rayo 



El 13 de agosto de 1807 fue una noche inolvidable en el convento dominico de Jesús María de Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. A las 2:30 de la madrugada estalló una violenta tormenta eléctrica. Desde 1792 las monjas habían vivido en el convento sin contratiempos. Pero todo iba a cambiar. Mientras las monjas dormían, la tormenta arreció con toda su fuerza. Los truenos retumbaban y crepitaban en el firmamento; la lluvia golpeaba las ventanas. Entonces, un tremendo estruendo sacudió los cimientos del convento, despertando a todas. En el dormitorio, un rayo había caído sobre la estatua de Nuestra Señora. El humo llenaba la habitación y el olor a madera quemada se extendía por todas partes: ¡el convento estaba ardiendo! Las monjas, aterrorizadas, huyeron despavoridas. Una vez extinguido el fuego, las monjas regresaron al convento para evaluar los daños. Se encontraron con un triste espectáculo: la estatua de María había sufrido daños irreparables. Sus ojos de cristal estaban destrozados y su rostro había quedado ennegrecido. El rosario de perlas que rodeaba la imagen estaba ahora negro y retorcido. El Niño Jesús en brazos de Su madre, por el contrario, estaba intacto, al igual que los dos cuadros que colgaban de la pared a ambos lados de la estatua, el de Santo Domingo y el de la Santísima Trinidad. Una de las monjas que dormía a escasos centímetros de la estatua salió ilesa, al igual que el resto de las monjas del dormitorio. Al día siguiente se ofició una misa de acción de gracias a la Virgen por su protección. ¡Se trataba de una orden de monjas devotas de Nuestra Señora! La estatua de la Virgen fue llevada a un lugar de honor en la capilla del convento. Pero aquí no acaba la historia.


Cinco días más tarde, el 18 de agosto de 1807, dos obreros y algunas monjas se encontraban en la capilla a media tarde. Sin previo aviso, la capilla se tornó negra como la noche. Se avecinaba otra tormenta.


Ante los ojos asustados de los presentes, la estatua de Nuestra Señora comenzó a brillar con un intenso resplandor «sobrenatural». Los presentes se quedaron estupefactos. Petrificados. Querían salir corriendo, pero les resultaba imposible moverse. Maravillados, se quedaron como «de piedra», con los ojos clavados en la imagen. Fue entonces cuando la superiora y el resto de las monjas entraron en la capilla para las Vísperas. ¡Imagínense su sorpresa!


En los instantes siguientes, un fuerte trueno retumbó en la capilla, seguido de un «extraordinario» resplandor de relámpagos. Toda la capilla se iluminó con una luz inusual y brillante. El espectáculo no había hecho más que empezar. ¡El rayo golpeó de nuevo la estatua!


La estatua cambió varias veces de color, del rosáceo al blanco y viceversa. Al cabo de unos minutos, recuperó su color normal. Por si fuera poco, los ojos, que habían quedado destrozados, se abrieron y brillaron como diamantes. Los rasgos ennegrecidos del rostro de Nuestra Señora se transformaron en un color melocotón rosado; de hecho, ¡toda la estatua tenía un aspecto más hermoso que al principio! El Rosario, que se había ennegrecido y deformado con el primer rayo, quedó perfectamente restaurado con el segundo.


La devoción a la Virgen del Rayo creció exponencialmente al hacerse públicos los sucesos del 18 de agosto, tanto como su intercesión y sanación. Uno de los muchos milagros de sanación que se le atribuyeron fue la sanación de una joven monja del convento. A la edad de 22 años, Cecilia de San Cayetano enfermó de unas fiebres que le paralizaron la columna vertebral. Durante ocho años fue atendida por los mejores médicos de la ciudad. En agosto de 1850, su médico personal le dijo: «Lo siento mucho, pero no puedo hacer absolutamente nada más para ayudarla». Ya no podía caminar y sufría dolores constantes. El 17 de diciembre de 1850 experimentó un impulso irresistible de visitar a la Virgen del Rayo en la capilla. Con la ayuda de la madre vicaria, se dirigió a los pies de la estatua de Nuestra Señora, donde se desplomó casi inconsciente. Un sentimiento de abatimiento se apoderó de ella. Sólo más tarde confesó que había sufrido la depresión más dolorosa durante los años de su enfermedad. Dijo que su único consuelo era «poner su corazón afligido en las manos de la Santísima Virgen al pie de la cruz». Ese día del mes de diciembre oró diciendo: «Oh, devuélveme la salud, Buena Madre, porque si sigo así temo por mi salvación». Al cabo de unos minutos, ¡estaba caminando! Caminó sin ayuda hasta su habitación por primera vez en ocho años.


La Virgen del Rayo ha recibido la aprobación de la Iglesia al más alto nivel. Fue coronada pontificalmente (una distinción singular concedida a pocas estatuas) con la autorización del Papa Pío XII en 1940, en la Catedral de Guadalajara. Con el paso de los años, La Virgen del Rayo ha adquirido dos nuevos títulos: se la conoce como la principal defensora de los que no tienen trabajo y de las personas con necesidades urgentes.


 

El rayo y el trueno en las Escrituras


Juan 12,27-32: El Rayo: la voz de Dios.

Jesús está orando, entregando su vida al Padre.


27 Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: 28 Padre, glorifica tu nombre».


El Padre responde:


Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». 


Pero la gente solo oye un trueno


29 La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. 


La voz del Padre está oculta tras el trueno y solo Jesús la puede revelar. Para eso vino al mundo. Le dice a la gente:


30 «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. 


Entonces les revela como el Padre lo glorifica:


31 Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. 32 Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». 


Jesús se preparaba para la Cruz y llama a todos a participar de ella: "atraeré a todos hacia mí". Pero la gente no quería escuchar eso. No fueron más allá del trueno.


¿En estos tiempos de gran tribulación, tenemos la mirada puesta en Jesús, Amor Crucificado?

El Señor nos dijo en un mensaje: Creed y no dudéis durante el tiempo de la gran destrucción que se aproxima. Perseverad en el amor como Yo lo hice durante la oscuridad de Mi pasión. Rezad, rezad, rezad y velad, y tendréis la fuerza para perseverar como santos de Dios de los últimos tiempos. 2/4/23.


Nota: Mientras escribía esto, una fuerte tormenta de rayos vino de sorpresa y perdí el Internet.

 

Lc 10,18 ve Lc 17,24

Satanás cae del cielo «como un rayo». Por el pecado, ganó poder sobre la tierra y mientras sufrimos los rayos de su devastación, debemos permanecer atentos a la voz de Dios oculta tras el trueno, restaurándonos a una nueva vida, como la estatua de nuestra Señora.


Jesús vendrá triunfante, «como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo». Satanás viene oculto, pero todos verán a Jesús en su venida gloriosa.

 

 El rayo, la ira de Dios contra el mal

La ira de Dios es fruto de su amor que es incompatible con el mal. Es como el cirujano que extirpa un tumor.


El rayo y el granizo fueron la séptima plaga contra el faraón.

Éxodo 9,23

Moisés extendió su bastón hacia el cielo y el Señor lanzó truenos, granizo y rayos a la tierra.

Entonces, el faraón se arrepintió, que es el propósito de los castigos. Pero no duró mucho: (Éxodo 9,27-28)

Esta vez he obrado mal; el Señor es justo, mientras yo y mi pueblo somos culpables. Rogad al Señor que ya basta de truenos y granizo. Yo os dejaré marchar y no os retendré más. 


1 Samuel 2,10

El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el confín de la tierra. 

Ester 1,1

El sueño de Mardoqueo

Gritos y tumultos, truenos y terremotos, confusión en la tierra. Entonces aparecieron dos grandes dragones, dispuestos para el combate. Lanzaron un rugido, y todos los pueblos, al oírlo, se prepararon para luchar y para combatir al pueblo de los justos. 

Truenos y relámpagos son teofanía (manifestación de la presencia de Dios).


Durante el Éxodo. Ex 19,16-17

Hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre la montaña; se oía un fuerte sonido de trompeta y toda la gente que estaba en el campamento se echó a temblar. Moisés sacó al pueblo del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie de la montaña.


Isaías 29,6

Te auxiliará el Señor del universo, | con trueno y terremoto y gran estruendo, con huracán y tempestad y llamas que devoran. 


Apocalipsis 11,19. El trueno es señal de la batalla espiritual que enfrenta al dragón contra María. Ella aparece en Apocalipsis 12.

Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su alianza, y hubo relámpagos y voces y truenos y una fuerte granizada.


El rayo es la llamada de Dios que nos sacude para que estemos atentos.


Salmo 81,7

Clamaste en la aflicción, y te libré, te respondí oculto entre los truenos, te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.


A menudo, no comprendemos y debemos permanecer atentos hasta que Dios rompa la dureza de nuestros corazones.


Job 37,5

Su voz atruena prodigiosa, hace maravillas que ignoramos.


 



 

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