El Espíritu de Dios mueve a los puros y humildes de corazón a servir al Señor conscientes de quién es Dios y la inmensidad de Su amor. María, nuestra madre, manifestó perfectamente la ternura del Padre a través de su silencio. Su mirada refleja la mirada del Padre. ¡Dios desea que lleguemos a este mismo conocimiento íntimo de Él y, a través del silencio, llegar a ser como María, su mirada de amor en el mundo!
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