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Perseverancia por medio del Amor a la Cruz


Perseverancia por medio del amor a la Cruz

P. Jordi Rivero – 2 Febrero, 2018


"A scientia crucis [la ciencia de la Cruz] solo se puede obtener cuando uno siente llega a sentir la Cruz radicalmente." — Sta. Benedicta de la Cruz (Edith Stein) del libro Edith Stein and Companions.

Queridos hermanos y hermanas:

​A través de los años, he visto personas que fueron guiadas por el Señor a abrazar una forma de vida que nutría una relación íntima con Él, pero cuando llegó una gran prueba, abandonaron esa forma de vida. Pueden justificarse para evitar las exigencias del amor y aun afirmar que su amor por Cristo no ha cambiado. Si examinamos nuestra propia vida veremos ocasiones en que hemos caído en esa tentación. Por eso San Ignacio nos advierte que en tiempos de tempestad no debemos hacer mudanzas, sino que debemos perseverar en nuestro modo de vida hasta que entremos en un tiempo de calma y consolación.

El sufrimiento puede eclipsar las bendiciones que recibimos. Nuestra carne desea huir de lo que causa dolor. No nos damos cuenta que el dolor es necesario para liberarnos de muchas cosas que nos dominan y dirigir nuestros corazones hacia Dios. Somos tentados a pensar que podemos igualmente agradar a Dios por otro camino sin cruz. Luego actuamos de prisa, sin un proceso honesto de discernimiento, sin diálogo con aquellos con quienes hemos caminado hasta ahora.

El único camino hacia la santidad es la perseverancia a través de un amor auténtico que no se arredra ante la cruz. Esta es la sabiduría de la Iglesia desde el principio, como lo testifica la siguiente instrucción a los catecúmenos por San Cirilo de Jerusalén, padre de la Iglesia:

QUE LA CRUZ SEA TU GOZO TAMBIÉN EN TIEMPO DE PERSECUCIÓN

De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo

(Catequesis 13, 1. 3. 6. 23: PG 33, 771-774. 779. 799. 802)

Cualquier acción de Cristo es motivo de gloria para la Iglesia universal; pero el máximo motivo de gloria es la cruz. Así lo expresa con acierto Pablo, que tan bien sabía de ello: “En cuanto a mí, líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de Cristo.”

Fue ciertamente digno de admiración el hecho de que el ciego de nacimiento recobrara la vista en Siloé; pero, ¿en qué benefició esto a todos los ciegos del mundo? Fue algo grande y preternatural la resurrección de Lázaro, cuatro días después de muerto; pero este beneficio le afectó a él únicamente, pues, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo estaban muertos por el pecado? Fue cosa admirable el que cinco panes, como una fuente inextinguible, bastaran para alimentar a cinco mil hombres; pero, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo se hallaban atormentados por el hambre de la ignorancia? Fue maravilloso el hecho de que fuera liberada aquella mujer a la que Satanás tenía ligada por la enfermedad desde hacía dieciocho años; pero, ¿de qué nos sirvió a nosotros, que estábamos ligados con las cadenas de nuestros pecados?

En cambio, el triunfo de la cruz iluminó a todos los que padecían la ceguera del pecado, nos liberó a todos de las ataduras del pecado, redimió a todos los hombres.

Por consiguiente, no hemos de avergonzarnos de la cruz del Salvador, sino más bien gloriarnos de ella. Porque el mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los griegos, más para nosotros es salvación. Para los que están en vías de perdición es necedad, más para nosotros, que estamos en vías de salvación, es fuerza de Dios. …

Él no perdió la vida coaccionado ni fue muerto a la fuerza, sino voluntariamente. Oye lo que dice: Soy libre para dar mi vida y libre para volverla a tomar. Fue, pues, a la pasión por su libre determinación, contento con la gran obra que iba a realizar, consciente del triunfo que iba a obtener, gozoso por la salvación de los hombres; al no rechazar la cruz, daba la salvación al mundo. El que sufría no era un hombre vil, sino el Dios humanado, que luchaba por el premio de su obediencia.

Por lo tanto, que la cruz sea tu gozo no sólo en tiempo de paz; también en tiempo de persecución has de tener la misma confianza, de lo contrario, serías amigo de Jesús en tiempo de paz y enemigo suyo en tiempo de guerra. Ahora recibes el perdón de tus pecados y las gracias que te otorga la munificencia de tu rey; cuando sobrevenga la lucha, pelea denodadamente por tu rey.

Jesús, que en nada había pecado, fue crucificado por ti; y tú, ¿no te crucificarás por él, que fue clavado en la cruz por amor a ti? No eres tú quien le haces un favor a él, ya que tú has recibido primero; lo que haces es devolverle el favor, saldando la deuda que tienes con aquel que por ti fue crucificado en el Gólgota. –San Cirilo de Jerusalén.

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