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Miseria atrae misericordia

Lourdes Pinto — 17 octubre, 2019

(Traduce el Padre Jordi Rivero)

Lourdes explica, a través de la vida de Santa Faustina, cómo la luz de Dios quiere revelarnos nuestra miseria para que, a través de este conocimiento, podamos entrar en Su misericordia. Cuando nos enfrentamos cara a cara con nuestra miseria, comenzamos a vivir totalmente dependientes de Dios y el fruto de esta gracia es la libertad y la alegría.
LA MISERIA NOS TRAE A LA MISERICORDIA
Cenáculo – Octubre 17, 2019
I. La enseñanza del Padre Ron sobre CONFIANZA (17/9/19):
- "La desconfianza de un alma elegida me causa aún más dolor". # 50 Santa Faustina
- Quienes queremos ser uno con Él, sufrir con Él, podemos ser la causa de Su mayor dolor si no confiamos. 
 
CONFIANZA EXTRAORDINARIA - No podemos tener una confianza a medias.
- No recibir respuesta o una respuesta que no queremos, también es una respuesta de Dios si confiamos en Él. Confiar no significa que Dios va a darme todo lo que queremos.
- Revisa continuamente el barómetro de confianza:
• ¿En qué áreas le he fallado a Dios por desconfianza?
• Ej.: - No confío - dudo – sobre lo que Dios le dijo a mi corazón durante mi retiro de una semana.
• ¿Cuál es el nivel de mi confianza en la Divina Misericordia?
• Señales de falta de desconfianza.
·      Exceso de ansiedad / preocupación en situaciones familiares, laborales, comunitarias ...
·      Dudas
·      Desánimo
·      Agobio pensando en las terribles cosas que podrían suceder ... Ej.: hijo abandona la Iglesia ...
Espero que cada uno este descubriendo que es IMPOSIBLE para nosotros tener CONFIANZA PERFECTA a través de nuestros propios esfuerzos. Es la obra del Espíritu Santo. 
II – Conocer nuestra miseria nos lleva a la Misericordia 
- Llegar a recibir el autoconocimiento de nuestra falta de confianza nos lleva a conocer nuestra miseria. (Debes vivir envuelto en el don del autoconocimiento) 
• # 56 Diario de Santa Faustina: 
Sé bien lo que soy por mi misma, porque Jesús descubrió a los ojos de mi alma todo el abismo de mi miseriay por lo tanto me doy cuenta perfectamente que todo lo que hay de bueno en mi alma es sólo Su Santa Gracia.  El conocimiento de mi miseria me permite conocer al mismo tiempo el abismo de Tu misericordia.  En mi vida interior, con un ojo miro hacia el abismo de miseria y de bajeza que soy yo, y con el otro hacia el abismo de Tu misericordia, oh Dios.
• # 1318 Santa Faustina: 10 de octubre [de 1937]
Oh Jesús mío, para agradecerte por tantas gracias, Te ofrezco el alma y el cuerpo, el intelecto y la voluntad y todos los sentimientos de mi corazón.  Con los votos me he entregado toda a Ti, ya no tengo nada más que podría ofrecerte.  Jesús me dijo:  Hija Mía, no Me has ofrecido lo que es realmente tuyo.  Me he ensimismado y he constatado de que amaba a Dios con todas las fuerzas de mi alma; y sin poder conocer que era lo que no había dado al Señor, pregunté: Jesús, dímelo y Te lo daré inmediatamente con generosidad del corazón.  Jesús me dijo amablemente:  Hija, dame tu miseria porque es tu propiedad exclusiva.  En ese momento un rayo de luz iluminó mi alma y conocí todo el abismo de mi miseria; en ese mismo momento me abracé contra el Santísimo Corazón de Jesús con tanta confianza que aunque tuviera sobre la conciencia los pecados de todos los condenados, no dudaría de la Divina Misericordia, sino que, con el corazón hecho polvo, me arrojaría en el abismo de Tu misericordia.  Creo, oh Jesús, que no me rechazarías sino que me absolverías con la mano de quien Te sustituye.
¿Qué significa conocer mi miseria?
Reconocer que estoy centrado en mí, que mis deseos están atados a mi "yo". Todo lo centro en mí, incluso mis buenas obras y actos virtuosos, debido a la impureza de mi intención, son realmente para mi propia gloria. 
Conocer mi falta de confianza en el Dios que me creó y me ama.
Conocer mi orgullo en todos sus disfraces: cómo controlo, como insisto en mi propio parecer, manipulo, juzgo, comparo, critico ...
SOY MISERIA Y DIOS ES MISERICORDIA > HUMILDAD
- Caminando por Valles Oscuros,  Walter J. Ciszek
Lentamente, de mala gana, animado por el amable aguijón de la gracia, me fui enfrentando a la verdad oculta en la raíz de mi problema y mi vergüenza. La respuesta era una única palabra: yo. Estaba avergonzado porque, en mi fuero interno, sabía que había intentado hacer demasiado yo solo y había fracasado. Me sentía culpable porque comprendía que, aunque había pedido la ayuda de Dios, en realidad confiaba en mi propia capacidad para evitar el mal y afrontar cualquier desafío. Llevaba años dedicando mucho tiempo a la oración, había logrado valorar y agradecer a Dios su providencia y su protección sobre mí y sobre todos los hombres, pero nunca me había abandonado de verdad. En cierto modo, siempre había agradecido a Dios no ser como el resto, que me hubiera dotado de un físico sano, de unos nervios templados y una voluntad fuerte: con esas gracias físicas concedidas por Dios, continuaría haciendo su voluntad en todo momento y dando lo mejor de mí mismo. En pocas palabras: me sentía culpable y avergonzado porque en la prueba más crítica había confiado casi solamente en mí mismo… y había fracasado. ¿Acaso no había establecido hasta los términos en que el Espíritu Santo debía intervenir en mi favor? ¿No había esperado que me inspirara para dar la respuesta que yo mismo había decidido dar? Al no sentir su inspiración tal y como yo la esperaba –es más, tal y como la exigía–, me sentí fracasado y desalentado. Entonces pensé que me había abandonado e intenté hacer por mi cuenta lo que había resuelto de antemano que debía hacer. No había permanecido verdaderamente abierto al Espíritu. De hecho, había decidido desde mucho antes lo que esperaba escuchar del Espíritu y, cuando no fue exactamente eso lo que escuché, me sentí traicionado. Fuera lo que fuera lo que el Espíritu pudiera decirme en aquel momento, no era capaz de escuchar. Estaba tan resuelto a oír un único mensaje, el mensaje que quería oír, que no oí nada. Esta tendencia a ponerle a Dios condiciones aceptables, a procurar inconscientemente que su voluntad coincida con nuestros deseos, es una característica muy humana. Y, cuanto más importante es el asunto, cuanto más comprometidos estamos en él y más depende de él nuestro futuro, más fácil nos resulta cegarnos y pensar que lo que nosotros queremos es, sin duda, lo que Dios tiene que querer también. 
 
III. "Conocer mi propia miseria me permite, al mismo tiempo, conocer la inmensidad de Tu misericordia". —Santa Faustina
 
Llegar a conocer el amor y la misericordia de Dios nos lleva a la esperanza y la confianza. Este conocimiento de sí mismo y de Dios nos lleva a la DEPENDENCIA: ser como un niño. Es el camino del Espíritu que nos lleva a la oración.
  • La oración fluye de estar conscientes de nuestra dependencia: un niño pequeño depende de sus padres para todo, y un hijo de Dios se siente así acerca de su Padre celestial. Entonces la oración es una necesidad, una vida, una forma en que el espíritu expresa su sentido de pobreza y confianza. A través de tal expresión de dependencia llegamos a reconocer la misericordia de Dios, su bondad, su belleza ..., porque él satisface todos nuestros anhelos. Entonces la petición es trascendida, porque Dios mismo nos abrirá los ojos. —P. Perquin.
  • Lucas 11: 9-13 - “También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. 10 Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. 11 ¿Hay algún padre entre ustedes que dé a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado? 12 ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? 13 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!».

Es el Espíritu Santo que enciende ese profundo anhelo en nuestros corazones por la santidad, por la unión. Este anhelo interior posee el fuego del Espíritu.
• Cuanto más queramos ser como niños, de acuerdo con las enseñanzas de nuestro Maestro, Jesucristo, más instaremos al Espíritu Santo a realizar nuestra transformación. Parece que trabaja demasiado lento para nuestro gusto, por lo que le suplicamos que venga, para completar su trabajo en nosotros antes de morir. Porque cuando entendemos lo que significa la adopción, siendo el Padre nuestro Padre, vemos a qué semejanza con el Hijo debe conducir. Así que debemos tener una creciente devoción al Espíritu Santo, sintiendo nuestra necesidad de él, ya que solo él puede hacernos como niños. Veni, Sancte Spiritus! ... —Padre Perquin.
Mi diario: Para mi sorpresa, a través del don de sumergirme en el océano de la misericordia de mi Señor, veo cómo mi vida se centra principalmente en mí, mi mirada se centra principalmente en mí: mis deseos, expectativas, heridas, deseos , necesidades.
 
Examen:
¿Cómo me amo ante Cristo?
¿En que veo que todo lo centro en mi mismo?
  • 77. Escucha Mis gemidos —Diario de una Madre de la Cruz.
¿Puedes escuchar Mis gemidos que surgen de lo más profundo de Mi Corazón Crucificado? Los gemidos de Mi agonía de amor. Escucha Mis gemidos de amor (11/3/12).
  • 78. Tabernáculo vivo de Dios —Diario de una MDC.[1]
Ser UNO conmigo significa que te conviertes en el tabernáculo vivo de Dios. Mi Corazón, palpitante y amoroso, vive en ti siendo uno contigo. Sientes Mis dolores y participas de Mis gemidos para que se realice la transformación de la humanidad en AMOR…
[1] Cf., Mc 8:31-38.
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